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miércoles, 10 de abril de 2013

Con los pies en el techo.


Martes. Tres y diez de la tarde. La comida estaba servida ya en la mesa. Elena, la hija pequeña, merodeaba en su habitación jugando con su casa de muñecas. Un poco más tarde, su madre le llamó para comer. Elena, fue fugazmente al comedor y se sentó. Levantó la mirada hacia su plato, y apopléjicamente soltó una carcajada al aire. La sonoridad de su risa retumbaba tanto, que la copa de vino de su padre, explotó en añicos. Y no era para menos, Elena tenía en su plato únicamente un guisante. ¿Dónde había quedado el plato de macarrones y patatas fritas que su madre le había prometido a la salida del colegio?
Sin pensarlo dos veces, cogió el taburete de la cocina y subió hasta el armario más alto para coger un bote de ‘Nutella’, lo que acabó siendo su comida aquél día. Sus padres, mientras tanto, comían como si de robots se tratara, moviendo sus brazos del plato a la boca, de forma automática. Era espeluznante. No hablaban, tenían las pupilas dilatadas y parecían estar hipnotizados mirando la televisión. Televisión que, sarcásticamente, estaba apagada.
Era su momento. El momento de Elena.
Corrió al desván y cogió todas las pinturas que su hermano Eduardo utilizaba para pintar óleos. Un paraje lleno de dinosaurios, un desierto con majestuosas pirámides egipcias y camellos, una playa exótica con delfines y chimpancés saltando de palmera en palmera… Todo aquello que alcanzaba su imaginación, quedó plasmado en las paredes de toda la casa.
Elena vivía ajena a lo que estaba ocurriendo. Habían despedido a su padre de la empresa. Su madre estaba conmovida por todo lo sucedido, no sabía cómo reaccionar. Todo aquél día era irreal y desconocido para Elena. Mientras ella radiaba de felicidad pintando grotescos y llamativos dibujos, sus padres continuaban en la cocina en el más absoluto e implacable silencio. Sólo los dibujos que acaparaban todas las paredes parecían tener vida en aquella casa.
En ocasiones puntuales, sería necesario pensar como los niños: Despreocuparse, evadirse y dar rienda suelta a la imaginación. Los niños son capaces de aprender con una facilidad abrumadora, por su versatilidad y actitud positiva. Cuando algo verdaderamente nos perturbe, será necesario inmiscuirnos en la piel de un niño ‘que no quiere crecer’ y que únicamente desea sobreponerse y aprender. Un niño, con la capacidad de soñar. Soñar a lo grande.

"Muchas veces la locura o la ingenuidad son lo más conveniente".

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