Martes. Tres y diez de
la tarde. La comida estaba servida ya en la mesa. Elena, la hija pequeña, merodeaba en su habitación jugando con su casa de muñecas. Un poco más
tarde, su madre le llamó para comer. Elena, fue fugazmente al comedor y se sentó. Levantó la mirada hacia su plato, y apopléjicamente soltó una
carcajada al aire. La sonoridad de su risa retumbaba tanto, que la copa de vino
de su padre, explotó en añicos. Y no era para menos, Elena tenía en su plato únicamente
un guisante. ¿Dónde había quedado el plato de macarrones y patatas fritas que
su madre le había prometido a la salida del colegio?
Sin pensarlo dos
veces, cogió el taburete de la cocina y subió hasta el armario más alto para
coger un bote de ‘Nutella’, lo que acabó siendo su comida aquél día. Sus
padres, mientras tanto, comían como si de robots se tratara, moviendo sus
brazos del plato a la boca, de forma automática. Era espeluznante. No hablaban,
tenían las pupilas dilatadas y parecían estar hipnotizados mirando la
televisión. Televisión que, sarcásticamente, estaba apagada.
Era su momento. El
momento de Elena.
Corrió al desván y
cogió todas las pinturas que su hermano Eduardo utilizaba para pintar óleos. Un
paraje lleno de dinosaurios, un desierto con majestuosas pirámides egipcias y
camellos, una playa exótica con delfines y chimpancés saltando de
palmera en palmera… Todo aquello que alcanzaba su imaginación, quedó plasmado
en las paredes de toda la casa.
Elena vivía ajena a
lo que estaba ocurriendo. Habían despedido a su padre de la empresa. Su madre estaba
conmovida por todo lo sucedido, no sabía cómo reaccionar. Todo aquél día era
irreal y desconocido para Elena. Mientras ella radiaba de felicidad pintando
grotescos y llamativos dibujos, sus padres continuaban en la cocina en el más
absoluto e implacable silencio. Sólo los dibujos que acaparaban todas las paredes parecían tener vida en aquella casa.
En ocasiones
puntuales, sería necesario pensar como los niños: Despreocuparse, evadirse y
dar rienda suelta a la imaginación. Los niños son capaces de aprender con una
facilidad abrumadora, por su versatilidad y actitud positiva. Cuando algo
verdaderamente nos perturbe, será necesario inmiscuirnos en la piel de un niño ‘que
no quiere crecer’ y que únicamente desea sobreponerse y aprender. Un niño, con
la capacidad de soñar. Soñar a lo grande.
"Muchas veces la
locura o la ingenuidad son lo más conveniente".
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