VISITAS

lunes, 29 de abril de 2013

Blindaje emocional.



Y ahí estaré yo, en algún recóndito lugar de tus recuerdos. Esperando, cobijada y desconsolada, que me rescates de este eterno olvido; que muera arduo y silenciosamente.

Ahí, compartiendo, con los que ahora no sabes que fueron los mejores momentos de tu vida. Y de nuevo, cuando las piezas de tu puzle comiencen de nuevo a desencajarse, desquebrajarse, a desvanecerse en la rutina, apareceré cual naufrago. Entonces, seré como una leve brisa que entra cada día por tu ventana, llena de pureza y frescura. Brisa, que llegará a adentrarse, hasta convertirse en un tornado; el tornado de mis recuerdos. Nuestros recuerdos.

Lenta, muy lentamente, te irá inundando. Ascenderá, cada vez más rápido y de una forma letal, hasta alcanzar los momentos más inhóspitos que vivimos. Será entonces, cuando llegará a asfixiarte, noquearte, desestabilizarte. Tanto como me inunda a mí cada segundo de mi desesperados días. Solo así, en ese fortuito instante, yo estaré en paz.  En ese momento, te encontrarás de nuevo en ebullición: en el punto exacto en que actuarán tus sentidos.

Solo así, recobrarás tu vida, la que olvidabas hasta entonces, la utopía vacía que vivías, carente del elemento clave de tu rompecabezas: yo.


Coraima Niz Betancor

lunes, 22 de abril de 2013

Todo y nada, al mismo tiempo.




Con tranquilidad, sin prisa, sin ponerse a pensar en lo que se podría, en lo que es, en todo lo que ocurre o no ha ocurrido todavía. Sin ilusiones, sin acelerar, sin tapar viejas heridas. Que éstas cicatricen al sol, para recordar dónde están y no volver a pasar jamás por ahí.

Esa extraña adicción a ti que hace que estés en todos mis sueños.

martes, 16 de abril de 2013

Sinestesia.




Perdido entre las calles de inhóspitos errores. Devenir de sensaciones que se agolpan, y aún más, tratándose de noches de luna llena.

Abismo. Interrogantes. Desesperanza.

Puede que tan solo seamos almas callejeras vagando por el mundo, en busca de alguna botella con la que emborracharnos a la luz de la luna. Días sinsentido, noches en vela. Teléfono en mano, acompañado hasta la saciedad de recuerdos frustrados, sueños atormentados


Sinestesia.


Encontrando cobijo en la superfluidad y monotonía de la luna menguante. Ahogamos nuestras penas en el compás de aquella pegadiza melodía de los años 80.

"La vida es solo una"-decían- pero son muchos los que la desaprovechan por no enfrentarse a lo que verdaderamente quieren. Intentando buscar una salida a nuestro laberinto irracional: Furor, adrenalina, éxtasis de rabia contenida.

lunes, 15 de abril de 2013

Sumérgete conmigo.



Ven, sumérgete conmigo.
Acércate, y dime si puedes despreciar lo que pasó ayer,
brillará el sol si para de llover,
o si puedes recordar sin volverme a ver,
cada caricia en cada anochecer.

¡Cuántas lagrimas vertidas!

Noches increíblemente divertidas,
cuánto amor y ahora cuanto limón en la herida.

Parecemos irracionales,
malas energías llevan a malos modales,
cuántos besos y cuantos gritos en los portales,
cuántas veces nos comportamos como animales.

¡Cuántos momentos sinsentido!

Ahora ven y, sumérgete conmigo: volátil, húmedo, fluido.





"Y dicen que hay amores fugaces, pero inmortales".

Sueños de hojalata.




¿Existe algo más simple que una pompa de jabón?  No. Y aun así, es motivo suficiente para que un niño quede perplejo observándola.
Es curiosa, la facilidad con que te sorprendes cuando eres pequeño. Lo más mínimo vale. Un caramelo, una flor, un cubo y una pala. Porque cuando eres un niño, nada es lo que parece. El caramelo no es un caramelo cualquiera, es el que acaba de darte tu abuelo diciéndote que se lo ha traído un pajarito. Y dondequiera que esté el pajarito, tú le das las gracias. Una flor es solo una flor hasta que decides cogerla para llevársela a tu madre y ella, aunque sabe que no va a aguantar más de un día sin marchitarse, la pone en agua para que sonrías. Un cubo y una pala son  las herramientas perfectas para descubrir un tesoro en la playa o, incluso llegar a China, todo es posible.
Pero los niños crecen. Y los sueños, pasan a convertirse en hojalata.
Los mismos que se sorprendían, ahora ya no creen en nada más allá de lo rutinario. Sin sorpresas. Sin emociones. Sin pequeños descubrimientos. Sin aprendizaje. Sin dar rienda suelta a la imaginación. Entonces, echas la vista atrás, y comprendes que tu abuelo es el pajarito, que tu madre nunca guardó las flores, y que la China está demasiado lejos  para llegar desde una de las playas de Menorca, donde pasabas las vacaciones familiares.  A medida que te haces mayor, vas convenciéndote de que ya no te queda nada por ver. Y es precisamente, esa errónea idea, la que nos ciega. Y día tras día matamos al niño que un día fuimos, condenándolo a desaparecer. Y junto al niño,  se esfuma la ilusión. Esa que nos hacía despertar saltando de la cama el primer día de colegio. Esa que nos hacía arrancar la flor para mamá. 
La que nos daba fuerza para seguir cavando. La que nos hizo silbar por si le daba por aparecer al pajarito con un caramelo. La misma que no nos dejaba dormir el día de reyes. La que nos dejaba en Babia por culpa de una pompa de jabón. ¡Qué tontería! Con lo fácil que es ser niño... ¡Qué estúpidos son los mayores! 
Se sienten maduros por ser capaces de vivir inmersos en una realidad asfixiante, vestir traje y corbata, y llevar un maletín.

Y lo cierto es, que sus pajaritos siguen ahí, con el caramelo en el pico, esperando a un niño que ya, jamás volverá.

domingo, 14 de abril de 2013

Polvo.


El olvido no existe, es un invento. Maquillaje para el dolor. Puro autoengaño. Son esos vacíos que todos tenemos, esos que camuflamos en nuestra rutina regalando una sonrisa a quienes queremos para que no se preocupen.
Todos lo hemos dicho, pero lo cierto es que al decir que olvidamos estamos recordando.
 ¡Qué ironía! ¿No?
Guardamos el polvo bajo la alfombra y miramos a otro lado, y aunque no lo veamos sabemos que sigue ahí. Esperando que alguien mueva la alfombra y el polvo vuelva a hacernos estornudar.
Entonces ocurre. La marea sube, trayendo consigo olas de pensamientos. Un sitio, un cruce de miradas, una sonrisa, una palabra, una canción, cualquier detalle puede desencadenarlo. Un recuerdo tras otro. Casualidades.
Entonces, piensas en lo “enterrado”. Y por muchas trampas que inventes, y muchas sonrisas que pintes, habrá siempre una persona a la que no podrás engañar, a ti mismo.

Cuando sepas de mí.


“Son aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que construimos un futuro que jamás fue, son esas anécdotas estúpidas que sólo nos hacen gracia a ti y a mí, escritas en un idioma que ya nadie practica, otra lengua muerta a manos de un paladar exquisito.
Dales cobijo. Préstales algo, cualquier cosa, aunque sólo sea tu atención.
Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió”.
Risto Mejide.

jueves, 11 de abril de 2013

Jóvenes eternamente.


Un periodista pregunto a una pareja:
¿Cómo se las arreglan para estar juntos durante 65 años?
Y ella contestó: "Nacimos en un tiempo en que si algo se rompía, se arreglaba y no se tiraba a la basura."

¡Que llueva!


Ahí estaban, el uno frente al otro, evitando miradas. Hasta que se encontraron. Era como si sus ojos estuviesen hablando. De un instante a otro, comenzó a llover estrepitosamente. Como reacción, sufrieron un impulso que les llevó a abrazarse. Abrazo, que les hizo olvidar aquella lluvia y todo cuanto les rodeaba aquella noche.
Nadie sabía qué podría pasar después, qué les depararía el futuro, pero eso no les importaba, sabían que ese era su lugar, el uno junto al otro después de tanto tiempo.

"You touch my heart, you touch my soul"

miércoles, 10 de abril de 2013

Con los pies en el techo.


Martes. Tres y diez de la tarde. La comida estaba servida ya en la mesa. Elena, la hija pequeña, merodeaba en su habitación jugando con su casa de muñecas. Un poco más tarde, su madre le llamó para comer. Elena, fue fugazmente al comedor y se sentó. Levantó la mirada hacia su plato, y apopléjicamente soltó una carcajada al aire. La sonoridad de su risa retumbaba tanto, que la copa de vino de su padre, explotó en añicos. Y no era para menos, Elena tenía en su plato únicamente un guisante. ¿Dónde había quedado el plato de macarrones y patatas fritas que su madre le había prometido a la salida del colegio?
Sin pensarlo dos veces, cogió el taburete de la cocina y subió hasta el armario más alto para coger un bote de ‘Nutella’, lo que acabó siendo su comida aquél día. Sus padres, mientras tanto, comían como si de robots se tratara, moviendo sus brazos del plato a la boca, de forma automática. Era espeluznante. No hablaban, tenían las pupilas dilatadas y parecían estar hipnotizados mirando la televisión. Televisión que, sarcásticamente, estaba apagada.
Era su momento. El momento de Elena.
Corrió al desván y cogió todas las pinturas que su hermano Eduardo utilizaba para pintar óleos. Un paraje lleno de dinosaurios, un desierto con majestuosas pirámides egipcias y camellos, una playa exótica con delfines y chimpancés saltando de palmera en palmera… Todo aquello que alcanzaba su imaginación, quedó plasmado en las paredes de toda la casa.
Elena vivía ajena a lo que estaba ocurriendo. Habían despedido a su padre de la empresa. Su madre estaba conmovida por todo lo sucedido, no sabía cómo reaccionar. Todo aquél día era irreal y desconocido para Elena. Mientras ella radiaba de felicidad pintando grotescos y llamativos dibujos, sus padres continuaban en la cocina en el más absoluto e implacable silencio. Sólo los dibujos que acaparaban todas las paredes parecían tener vida en aquella casa.
En ocasiones puntuales, sería necesario pensar como los niños: Despreocuparse, evadirse y dar rienda suelta a la imaginación. Los niños son capaces de aprender con una facilidad abrumadora, por su versatilidad y actitud positiva. Cuando algo verdaderamente nos perturbe, será necesario inmiscuirnos en la piel de un niño ‘que no quiere crecer’ y que únicamente desea sobreponerse y aprender. Un niño, con la capacidad de soñar. Soñar a lo grande.

"Muchas veces la locura o la ingenuidad son lo más conveniente".

martes, 9 de abril de 2013

Nuevos horizontes.

Así como el viento voltea las ramas de los árboles, la vida, nos conduce, del mismo modo, a límites insospechados. 
No tenemos la capacidad de sobreponernos a sus decisiones, sino que debemos aprender a aceptar lo que llega y lo que va. Pues detrás de todos estos cambios, hay nuevas metas, esfuerzos y recompensas por las que vale la pena luchar. Y no me refiero a luchar en sentido estricto, sino a enfrentarnos a la vida con optimismo, valentía y con una sonrisa implícita en nuestro rostro. Cuando, verdaderamente, llegas a comprender lo anterior, recobras lo que se entiende como 'ilusión'
Todo final da paso a un nuevo comienzo. Un comienzo, sin ilusión, no tiene significado alguno. Al fin y al cabo, pese al devenir de la vida, cada uno de nosotros somos capaces de forjar lo que queremos.
      Recuerda siempre: "Todo lo que tu mente puede concebir, tú, lo puedes conseguir".